lunes, 11 de mayo de 2015

En respuesta a la última pregunta sobre Los Fora montanos

Buenas chic@s,
aunque la inmensa mayoría de vosotros lo habéis hecho muy bien, y por supuesto, habéis sumado nota, aquí os dejo un documento que encontré y nos cuenta un poquito, quienes eran los Fora montanos, y debido a esto, nuestro centro tiene tal nombre. Estamos en uno de los lugares desde donde partieron los repobladores de lo que hoy es Castilla, y otras zonas cercanas.



FORAMONTANOS

La palabra “foramontano” deriva del latín: “foras monte" = fuera de la montaña.
Pérez de Urbel comenta el la repoblación de Castilla por parte de las gentes foramontanas, diciendo que "es una emigración en masa de gentes de las estribaciones orientales de los Picos de Europa, donde están las Mazcuerras, hacia Bricia, Campoo, Saldaña. Bajan de Cabuérniga y Cabezón por la Braña del Portillo hasta el nacimiento del Ebro; pasan cerca de Reinosa y al penetrar en la llanura se convierten en foramontanos". Una segunda interpretación: foramontanos sería el derivado latino-germánico de: “foras-munt", equivalente a "custodio de la tierra de afuera", o sea, encargados de proteger los intereses y la vida de los repobladores. Este último significado no es el que da el Analista a la repoblación Norte-Sur, sino el de salir de los montes hacia las tierras de Castilla. Esta salida y emigración, para algunos como lbn Idhari, fue forzada por un hambre general; para otros, fue la audacia, la aventura o la ambición. Es un fuerte impulso popular, más forzado por la necesidad que dirigido desde arriba.
La Ruta de los Foramontanos que nos ocupa sería la que tomaba un ramal militar de la calzada romana que unía distintas ciudades del noreste de la península con Julióbriga (Retortillo, Reinosa) y Portus Blendium (Suances). Por Cabuérniga y Sejos, llegaba a Campoo (Soto, Espinilla, Barrio, La Población) atravesando el puerto de Palombera, y seguía con dirección al Portillo de Somahoz para internarse, cruzando el puente Rojadillo (Valberzoso) sobre el río Camesa, en tierras del Norte palentino; continuaba por Salcedillo, Brañosera, hasta alcanzar, por el puente romano de Nestar, las orillas del Pisuerga. Este camino foramontano fue utilizado antes por la Legio IV Macedónica para el traslado del ganado hacia los pastos de los puertos. Para Víctor de la Serna no cabe ninguna duda: la Malacoria de los Anales es la Mazcuerras montañesa (la actual Mazcuerras), que con tanta pasión periodística recreó en las páginas del viejo diario Informaciones de Madrid. Para estas gentes de tan distintas procedencias y culturas, la parte sur de sus refugios montañosos aparece como la tierra de promisión, soleada y rica de pan llevar. De la Serna se figura a aquellos hombres -mitad guerreros, mitad trabajadores-, poniéndose en marcha a toque de bígaro con resonancias marinas, y con la sencillez de las grandes empresas; arreaban las vacas tudancas con la ¡jada y avanzaban, azada al hombro y espada al cinto.
Lentamente van de norte a sur hacia el desierto del Duero, buscando sus amplios horizontes en un despliegue de avance y retroceso, cultivando tierras y defendiéndolas tras las fronteras naturales de ríos como Arlanzón, Arlanza, Pisuerga, Ebro y Duero, viviendo a la sombra de los castillos que refuerzan esas mismas rayas fronterizas. Aquí experimentan la dureza de la vida y la pobreza de aquellos tiempos, las algaras y pillajes, la incertidumbre del mañana, la proximidad del año mil con sus temores...
El foramontano, dirá algún comentarista, salía del valle angosto y húmedo, y se asentaba en la meseta o el páramo; en ese momento comenzaba siendo un valiente. El foramontano lucha con una mano y con la otra cultiva su campo y alza su casa. Cada primavera se ocupa un alcor que inmediatamente se fortifica; se reparten las tierras abandonadas, se construye el poblado y, después... a esperar el fruto de la vida y el golpe del árabe que querrá recoger lo que no sembró. Estos hombres se mueven impulsados por un instinto de libertad; el foramontano se convierte en persona libre amparado por el fuero. El foramontano reclama para su grupo de hombres libres el clima debido para el desarrollo de la personalidad individual y colectiva, el fuero. Era la exigencia de su libertad, lo que se podía llamar "democracia" castellana, que tiene su expresión en el concejo abierto y a campana tañida, en el pórtico de la iglesia, junto a la gruesa olma o bajo el ampuloso nogal. Nacen los jueces que se encargarán de resolver por el sistema de albedrío los espinosos asuntos comunes. Obispos y clérigos, abades y gasalianes, libres y siervos comienzan a ocupar, a deforestar, a labrar la tierra inculta y a llenarla de pueblos con nombres de raíces cántabras, vasconas, mozárabes y visigodas.


Bajemos hasta las cercanías de Mazcuerras, junto al río Saja y en el desvío aparece el monumento a los Foramontanos y, sobre él, la inscripción que hizo popular Víctor de la Serna: "Aquí empieza España, compañero. Si los españoles fuéramos aficionados a contarle a la gente propia y a la extraña algo de lo que somos, aquí pondríamos una piedra lisa, rosada, de las canteras de la Hoz de Santa Lucía, hermana en dignidad y nobleza de la arenisca dorada de Salamanca, del Travertino romano y de la piedra de Colmenar con este letrero: Aquí empieza esa cosa inmensa e indestructible que llamamos España".

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